sábado, 29 de noviembre de 2014

ESPERAR LO INESPERADO

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Me acordaba de William, de nuestra infancia, le recordaba como un simple chico, aquel chico que nunca estaba presente en mi mente, reconozco que nunca le tuve demasiado en cuenta. Y al principio no lo sabia, no creía que precisamente el iba a ser quien irrumpiera en medio de mis exigentes expectativas, no, fue más que eso, no tuvo nada que ver con si me atrajo o no... 
Aquella tarde de invierno soplaba profundamente el viento, podía sentir como las lagrimas brotaban de mis ojos cuando este los rozaba fuertemente. Anduve en compañía de mis padres por las calles de la ciudad, que ahora parecían iluminar mi rostro con espelndor por sus bellas luces navideñas bajo el enternecedor reflejo de la Luna, junto a una sola estrella, que se dejó ver de entre todas las demás. Llegamos por sorpresa a una gran plaza donde rebosaba una gran pista de patinaje. El estruendo de las risas retumbaba en mis oídos, volvía a ver a esas parejas de amantes, y grupos de amigos, que parecían clamar la felicidad de la que en aquel momento yo carecía. Mi querida hermana consiguió que mi padre accediera a pagarnos la entrada para entrar en la pista, por supuesto.  Mis cabellos yacían sobre el viento cubiertos por una gélida capa de hielo mientras esperaba en la larga fila para llegar a la pista, alborotada por la gente que esperaba impacientemente. Fue entonces cuando de entre todas aquellas luces y sonidos, mis ojos lanzaron una mirada sobre el cielo,  en el que de pronto había surgido una pequeña figura que se desplazaba de lado a lado delicadamente. Aquel triste cuerpo que vino del cielo se postró ante mis pies, un trozo de papel arrugado y amarillento , pensé en la cantidad de sitios por los que había pasado ese minúsculo trozo hasta llegar a mis pies, rodeado de grandes masas de gente que más tarde convertirían aquel regalo del cielo en unas insignificantes y olvidadas cenizas. Una fuerte ráfaga de viento aterrizó en mi rostro, dejándome inconsciente durante unos breves segundos... Miré bruscamente al suelo, el trozo de papel ya no esta bajo mis pies, se deslizaba suavemnete entre los presentes mientras yo iba detrás como una niña pequeña persiguiéndolo. 

Me quise dar por vencida, pensé que era inútil intentar atrapar aquella frágil figura que la fuerza del viento había convertido en más ágil que nunca, y al fin se detuvo, bajo los pies de otro individuo. Me agaché par recogerlo entre mis frías y tiritantes manos, pero cuando quise darme cuenta la persona bajo la que se había arrastrado el papel se agachó y recogió el papel sin dejarme reaccionar. Levanté lentamente la mirada, y ahí estaban, aquellos inmensos ojos en los que vi reflejada la misma estrella que mis ojos hablan visto,  mientras mis cabellos parecían navegar entre las olas del viento junto a los suyos, sus dorados cabellos que parecían resplandecer como su rostro. Pude reconocerle, supe quien era, William. Aquel muchacho que jamás tuve en cuenta, aquel muchacho nunca soñado, aquel ERA EL. Aquellos, fueron unos breves segundos que para mí claramente fueron más que un infinito. Mis padres vinieron a continuación, entre sus tormentosos gritos, pero simplemente me daba igual, aún seguía perdida entre su mirada, y ni me di cuenta de que el trozo de papel había desaparecido, y entonces pensé que quizá no fue tan insignificante y simple como yo creía, de hecho creo que aquel objeto viejo y horrendo me condujo a un nuevo descubrimiento, me condujo a conocerle, y creí que era una coincidencia, más cuando me giré para volver a ver el rostro de Will, bajo las carcajadas que producían mis padres junto a los suyos, logré entender que no, no había sido una coincidencia. 
Después de tragarme las esperadas riñas por parte de mi madre, fui hacia la pista con Will. Durante aquellos gratos momentos, olvidé a todos aquellos amantes, a amigos, y mucho menos a Érica, porqué supe entonces que había encontrado algo, le había encontrado, sin saber que siempre había estado allí. De aquella noche creo que fue lo de menos el patinaje, o al menos solo recuerdo nuestra risas, cuando nos ayudábamos a levantar y caíamos ambos, cuando no nos encontrábamos entre la multitud, o cuando de pronto y sin previo aviso nuestras miradas volvían a caer la una en la otra. Y jamás, olvidaré la triste, pero esperada despedida, con el adiós, algo que nunca había vivido, que siempre creí que no existía,  que creí  un mito en esas estúpidas historias de adolescentes... Mas tengo claro que no creo ni creí, que por supuesto supe y sé que aquel día no fue una estúpida historia, fue real... Es cierto, me acordaba de William, pero nunca pensé que aquel día me acordaría para siempre, de tal forma que no podría pensar en otra cosa, mi realidad inesperda.
















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